Polinotas


Supéralo, Noam Chomsky by torrijos
octubre 12, 2010, 10:08 pm
Filed under: Ciencia Política y Gobierno, Relaciones Internacionales

Martes, 12 de octubre del 2,010

VICENTE TORRIJOS R.

En 1931, el gobierno de Benito Mussolini les pidió a los profesores universitarios que juraran fidelidad al régimen fascista.

De 1200 que eran, sólo 12 se negaron, así que todos ellos, milimétricamente condicionados y adeptos a las doctrinas oficiales, decidieron reiterar su fervoroso alineamiento.

Con ese acto simbólico asumían a plenitud la responsabilidad que a lo largo de varios años habían tenido de “forjar a un hombre nuevo”, en una “nueva era”, como alma y motor de una “nueva civilización”.

De tal forma, dejaban absolutamente claro que la unidad entre la universidad y una sola corriente de pensamiento devenía indisoluble.  Que los claustros estarían al servicio de un solo modo de interpretar la realidad.  Que toda voz contraria al pensamiento imperante y a esa visión totalitaria de las relaciones humanas no sólo sería acallada y excluida sino que sería perseguida.

Dicho en otros términos, la universidad no podía ser un lugar de debate libre de ideas libres sino una caja de resonancia de la versión política oficial y una productora de ideas e ideologías con las cuales se perpetuaría la dominación autoritaria y el reino feliz de la homogeneidad, la uniformidad y el adiestramiento.

El formidable aparato universitario fascista tenía, pues, la misión de producir y difundir conocimiento etiquetado y unilineal, así que cualquier heterodoxia estaba condenada, y la sola presencia física de otros intérpretes, de otros catedráticos, de otros modos de ver, tenía que ser evitada y suprimida.

En consecuencia, los profesores con puntos de vista distintos tenían que ser retirados de las aulas, estaban condenados al silencio y debían desaparecer de la vista de los estudiantes pues su sola presencia física podría contaminarlos, podría inspirarlos, podría cuestionar los pilares sobre los que se edificaba la única verdad científica-e-ideológica.

Por eso firmaron el manifiesto.  Porque sólo podían permanecer en los recintos universitarios aquellos profesores que adhirieran explícitamente a la ideología venerada y se comprometieran a consolidarla mediante el conocimiento único, la verdad incuestionable y la visión correcta de la historia.

Por eso firmaron.  Y es por eso que ahora Noam Chomsky y sus correligionarios siguen firmando y enviado cartas a universidades como la de Georgetown.  Porque aceptar que haya conferencistas que piensen de manera distinta, que hagan gala de ideologías diferentes a la suya, es una amenaza para el integrismo académico.

Dicho de otro modo, hoy, como ayer, pulula el germen del fundamentalismo universitario que discrimina, excluye y persigue a quienes no piensan ni dicen lo que piensan y dicen los “iluminados maestros pensadores”.   +++