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Martes, 23 de agosto del 2,011 / Columna 322 / 422 palabras.
PLANETARIO
Violencia lúdica y hedonista
VICENTE TORRIJOS R.
Cuando se analiza con atención el fenómeno de la violencia surgen diversas hipótesis políticamente razonables para tratar de dar respuesta y prevenir su crecimiento desbordado.
Algunos, con cierta dosis de culpa diluida, hablan de causas objetivas. En tal sentido, se asume que la pobreza, la marginalidad, la exclusión, etc., explican y hasta justifican el uso de la violencia como metodología política.
Pero se estrellan con una dura realidad : no todo marginado tiene por qué empeñar las armas para ser consecuente con su propia condición de sujeto vulnerable,, o históricamente victimizado.
Otros se empeñan en lanzar hipótesis psiquiátricas y genéticas. Los violentos serían, así, sujetos desquiciados que estarían predispuestos a la destrucción y que, presas de su patología, no tendrían la capacidad de controlar su conducta, convirtiéndose así en antisociales, en individuos que, solitaria o colectivamente, desarrollan un trastorno de personalidad irrefrenable.
Asimismo, hay quienes sostienen que el comportamiento violento no es otra cosa que el fruto de las circunstancias y que, gente de bien puede convertirse repentinamente en un engendro del mal simplemente porque el contexto les estimula y las condiciones lo permiten.
Y, sin embargo, lo que estamos observando en todo el mundo es que, asociado a lo poco o mucho de verdad que puede haber en cada una de las versiones anteriores, se abre paso una especie de síntesis que aglutina las tendencias maleantes en la era de la información : la violencia lúdica y hedonista.
Mezcla de narcisismo, nihilismo y revanchismo, los extremistas vascos de la ‘kalea borroca’, los alborotados de Miami en el 80, o de Los Ángeles en el 92, de París en el 2005, y de Bristol, Leeds y Londres hoy, comparten su desbordada violencia por placer con los guerrilleros de las Farc que lanzan sus juguetes pirotécnicos en el Cauca, los terroristas que arrojan sus bidones en Bombay en el 2008 y los criminales de Abdullah Azzam que destrozan Sharm el-Sheij en el 2005.
Placer puesto en escena, en todo caso, con una esmerada coreografía lúdica en la que se asumen roles despiadados, se transmiten mensajes ardorosos (por onda corta o los blackberry), se gana, se pierde, se reglamenta, se sanciona, se premia y se repite.
En síntesis, violencia lúdica y hedonista. Toda una refundación del acto destructivo, tal como lo reclama la era de la información. He aquí el arte dramático de los nuevos tiempos que, no por basarse en la diversión, el placer y el irrespeto por todo orden que parezca más o menos establecido, deja de ser profundamente devastador y criminal. +++
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Martes, 16 de agosto del 2,011 / Columna 321 / 390 palabras.
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Martes, 9 de agosto del 2,011 – Columna 320 – CONRADO DE PAJA – 444 palabras.
PLANETARIO
CONRADO DE PAJA
VICENTE TORRIJOS R.
Hace dos meses, los militares colombianos, que al parecer saben mucho más que cualquiera sobre lo que pasa en Venezuela, les habrían transmitido a los mandos venezolanos el lugar exacto en el que se encontraba Julián Conrado, el músico que compone las gloriosas marchas militares de las Farc.
Tal como sucedió con Alberto Martínez, director de la agencia guerrillera de noticias, al régimen venezolano no le quedó otra opción que echarle el guante y ponerlo tras las rejas.
No haberlo hecho hubiese sido un gravísimo error estratégico que habría desenmascarado por completo a un gobierno que, obligado por la presión internacional a dar ciertas muestras de cooperación en la lucha contra el terrorismo, sacrifica a algunos de sus aliados y simpatizantes para garantizarse de tal modo un beneficio superior, es decir, la propagación sin traumatismos de su proyecto revolucionario.
Ya en prisión, Conrado empezó a desarrollar el libreto que, a diferencia de Alberto Martínez, habría de ponerlo a salvo de la justicia colombiana.
En efecto, hace pocos días, cuando viajó a La Habana para darle curso al tratamiento médico que le dejó sin pelo, el comandante Chávez dijo que, por compasión (autocompasión, podría decirse), le gustaría concederles la libertad a algunos presos políticos de su país.
Pero, consciente del alcance de sus palabras, el Jefe del Estado se apresuró a aclarar que solo se trataba de una sugerencia pues nadie como él para «respetar la independencia entre las ramas del poder público» ya que lejos estaba de «ser un dictador».
Lo cierto es que, pocas horas después, y de manera milagrosa, varios presos políticos fueron excarcelados -al menos parcialmente-, y a Julián Conrado se le iluminaron los ojos de la dicha pues no se le hubiera ocurrido mejor alternativa para lograr el asilo que apelar a problemas de salud (en todo caso insignificantes frente a los que, de verdad, tuvo que padecer su rehén, el mayor Julián Ernesto Guevara).
Dicho y hecho, precisamente ahora el canciller Maduro ha dicho que, como Venezuela no es una dictadura, al Ministerio Público le corresponde evaluar la condición médica del guerrillero, y que, finalmente, será el Poder Judicial el que decida la suerte de Conrado.
Por supuesto, toda la red continental -tanto gubernamental como no gubernamental- de apoyo a las Farc se ha activado y llueven como dardos las presiones y cordiales sugerencias para que, por ningún motivo, se repita el caso de Alberto Martínez, director de Anncol.
En conclusión, para las Farc sería muy difícil de asimilar un nuevo sacrificio revolucionario, un ejemplo más de fratricidio socialista. Y a la inversa, supongo -sin ironía- que, para Colombia, el asilo de Conrado en Venezuela sería una amarguísima derrota. +++